El humedal de La Marciega de La Aldea de San Nicolás, que alberga uno de los bosques de tarajal más extensos de Canarias, cuenta con un nuevo recurso didáctico para su difusión y protección que pone en manos de la comunidad educativa un juego con tarjetas para el trabajo en aula, además de un cuaderno didáctico ilustrado para que el alumnado profundice en la desembocadura de la gran cuenca y conozca de forma amena sus múltiples valores naturales y etnográficos
Fuente de la noticia: Cabildo de Gran Canaria
La iniciativa ‘Dácil en La Marciega’ ha sido desarrollada por el Grupo de Investigación en Tecnologías, Gestión y Biogeoquímica Ambiental (TGBA) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, una de las trece entidades que participan en el proyecto ECOTOUR, iniciativa liderada por el Cabildo a través de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria.
Esta propuesta educativa abre una página más en el desarrollo de la restauración, divulgación y promoción de la educación ambiental y el uso sostenible de naturaleza en la zona en el marco del proyecto ECOTOUR, iniciativa del Programa Interreg-MAC cofinanciada al 85 por ciento por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Su objetivo es poner en valor el patrimonio natural y cultural de las zonas costeras en Canarias, Azores, Cabo Verde, Mauritania y Senegal, a través de la promoción de actividades de ecoturismo.
En el caso de la isla, se eligió esta franja de alto valor natural y cultural, en el seno además de un municipio con todo su territorio integrado en la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria. Las actuaciones del proyecto ECOTOUR también dieron respuesta a la preocupación por la conservación del humedal de colectivos como Birding Canarias y Azaenegue, o el propio Ayuntamiento.
Ahora, el lugar cuenta con una herramienta de aprendizaje y concienciación especialmente dirigida a alumnado de 7 a 14 años que se puede descargar en esta misma página, en la sección de divulgación.
El juego y el cuaderno ya han sido puestos a prueba con éxito con escolares del CEIP La Cardonera de La Aldea de San Nicolás. El grupo echó a andar de la mano de Dácil por el sendero circular de 1,2 kilómetros que se adentra en el tarajal, precisamente una de las actuaciones del proyecto ECOTOUR junto a la retirada de escombros, la demolición barbacoas de mampostería, la limpieza y poda de vegetación, el vallado con postes de madera para limitar el paso de vehículos, el observatorio de aves, así como señalética y paneles informativos, a lo que se añadirán nuevas actuaciones próximamente.
En concreto, el cuaderno se autodefine como una publicación “para cuidar el medio ambiente”, tal y como se explicó durante su presentación a profesorado, alumnas y alumnos en el Centro de Interpretación de Los Caserones antes iniciar el recorrido. En estas instalaciones, y bajo la batuta de la investigadora Tania Montoto, del Grupo de Investigación TGBA, afrontaron algunas de las pruebas que propone el cuaderno.
Estos retos incluyen la descripción de términos asociados al entorno natural, descubrir palabras intrusas, adivinar conceptos expresados a través de la mímica o el dibujo o unir con una línea una muestra de residuos y el tiempo que tarda en desaparecer, con un rango que va de los tres meses a los 4.000 años.
A continuación, niñas y niñas se ajustaron bien las gorras y zapatillas y salieron de pateo junto a Dácil, para enseñarle a no salirse del sendero, a no arrancar ni romper las plantas, a mantener limpio el lugar o a no alterar el paisaje, por ejemplo, no apilando piedras y callaos.
Atrás quedaba el Centro de Interpretación y el eco de las palabras del alcalde, Tomás Pérez, y de la bióloga Rosa Delia Castillo, del Instituto Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, que subrayaron la importancia de la coordinación entre instituciones para la protección y el uso sostenible del territorio.
Y así fue como un grupo de escolares de 8 y 9 años se adentraron en el paisaje, un delta poblado desde hace más de mil años y marcado por el bosque de tarajales, la laguna y el rumor del océano. Andaban también hacia la sostenibilidad, pues cada cosa nueva que aprendieron supuso también un paso hacia la preservación de este entorno sobre la base de la educación y la concienciación colectiva.
“¿Tienen flores los tarajales?”, inquirieron al grupo en una de las paradas. Ganó el sí, para sorpresa de quienes habían votado por el no. “¿Creen que hay murciélagos por aquí?”, les preguntaron también. La mayoría optó por una respuesta negativa, pero se equivocaban, pues es un hábitat al que acuden a alimentarse con frecuencia los murciélagos montañeros y rabudos.
Asimismo, comprendieron que estaban caminando por la llanura deltaica de la mayor cuenca hidrográfica de Canarias, frecuentada por numerosas especies de aves marinas, limícolas y forestales, además de por el lagarto de Gran Canaria, la pimelia de las arenas, un escarabajo en peligro de extinción, o la lisa variable, aunque lo que no variaba era su interés. Había quien no dejaba de tomar notas en su particular cuaderno de campo.
Gracias a los paneles divulgativos descubrieron que en Canarias hay una docena de especies de libélulas y que diez de ellas han sido observadas en La Marciega. Y se sorprendieron ante la odisea de la vanesa de los cardos, la mariposa que completa el ciclo migratorio más largo que se conoce, atravesando el Sáhara dos veces en varias generaciones, y que recala en otoño y primavera en esta franja litoral para libar de las flores de veroles y salados. La ruta desembocó en el observatorio de aves. Se asomaron y parecía que el futuro buscaba su propio reflejo en La Marciega.
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